3/6/13

Escuché que en el cielo sirven carne



Escuché que en cielo sirven carne, que siempre exponen bufets gigantescos y los ofrecen a las almas bien portadas. Están las piezas  que nadie quiere, como los corazones de los que tragaron veneno de rata o se guindaron a las cabulleras de una hamaca vieja, éstos suelen darlos a modo de castigo, sobre todo a los niños malos cuando se roban los mangos del edén para lanzarlos a los transeúntes de la tierra. Allá nunca hay escasez, una vez por semana pasa Angélica con su carretilla trayendo exquisiteces directas del infierno, de la mejor calidad. Muchas cosas no han  cambiado, aún todos quieren ser los más brillantes, por lo tanto cuando llegan los cerebros se forma una gran revuelta. A veces hasta hacen colas inmensas, son como adictos a ellos. Como es todo muy diverso, también están los cobardes que siempre optan por comer testículos, los homofóbicos que esperan con ansias los  penes  gigantes y las anoréxicas, que sólo observan y chupan los cabellos de vez en  cuando. Por su parte, las vacas, venados, gallinas y tortugas siempre van bien vestidos, se sientan en una mesa larga con mucha tazas de té y meñiques al aire con caras escépticas y de asco. Este proceso sucede todos los días, a veces, un chivo suele poner cara de pocos amigos y decir:   "¿por Dios, cuánto pueden tardar en engordar? estoy hambriento". Confieso que todos estos rumores me ponen un poco nerviosa.  Sin importar por dónde lo vea, supongo que estaré más cómoda trabajando con Lucifer, y quién sabe... tal vez hasta me gane un buen puesto, de inspector de calidad, por ejemplo.


Inspirado en "The Angel of Meat" de  Mark Ryden.

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