7/7/13

Bridget cayéndose del carro.




A la doble s.



Cuando pienso en Bridget pienso en una yo sentada  en este bar londinense comiendo maníes sucios y bebiendo mojitos hasta medio embriagarme, ofreciendo cierto aspecto de malquerida pero gozona.  Me veo allí, en un barcito de esos oscuros, con un vestido azul marino hasta los tobillos y un peinado recogido, haciéndome pana del mesero, que de vez en cuando se guinda y pasa minutos infernales hablándome de su mujer, de ella y su trabajo "fácil", que no le gusta vale, pero que la vaina está mala y que comprarse unos hilitos dorados le sale más barato que pagarse un cursito de inglés on line. Entre la conversa sobre la esposa pelo largo (como pocahontas), y mi cara de "te detesto tanto, maldito explotador machista" llegan Candy y Robert (seudónimos  de falsos prostitutos de mis amigos), con sobretodos exagerados. Me río de su patetismo  dulce (como decidió llamarlo Candy para hacernos quedar mejor) pero siento un gran alivio por notar que traen dos botellas de vino rosado, como de flores, como los baños que mandan las brujas pa' ver si nos encontrarnos maridos con rial.  



Kandi nos cuenta sobre los niños pintores que detesta, de los niñitos de papis millonarios que han llegado a su cursito de arte no on line, de los que le paran más a sus tables que al lienzo (eso le saca la piedra a la pobre Kandi). Robert, por su parte, intenta medio calmar la cuestión, contándonos cómo arruinó la exposición de Federico, el argentinito que se la tira de gran verga (que supuestamente la tiene), el que llegó hace 3 meses a la ciudad, cogió rico con el Robert, se lo ató de la mano un par de semanas, se le instaló en shifa's gallery (art and sex) y un día ¡BAM! "Amor, sabés que me encantaría que acá comenzara mi gran vida como artista, que  tu lugar fuese mi inicio, sos un duro, bombón". Sí, el fede montó sus piezas y también otros culos. Robert se molestó tanto, viendo los lienzos de su cuerpo desnudo y mal delineados (el argentinito ni talento tenía), que agarró el frasco de semen que ambos habían reciclado como muestra de su amor por las acabadas en ausencia, y lo vació sobre los cuadros (considero que ahora sí lucen mejor, seguro les aportó un je ne sais quoi. Necesito verlos.) agregando un contundente y claro: "¡ESTA MIERDA ES MÍA, NO JODA. ME LO TIENES QUE MAMAR!" entre las paredes blancas y perfectas del recinto. Candy y yo escupimos un poco de vino mientras moríamos de la risa. ¡No podíamos creerlo! , nos resultaba tan genial y excitante... maldecimos a los trabajos y al poco tiempo disponible, nos gustaría haber asistido al asunto.


De la nada llega Carlos, el mesero, y nos ofrece más maníes, entre ello hace un chiste que me hizo fruncir el ceño, era despectivo con su raza, la mía. Tenía ganas de abofetearlo y decirle "TÚ NO ERES GRINGO, DEJA DE HACER COMENTARIOS COMO TAL, NO SEAS TAN DESGRACIA'O."  Ya estábamos muy ebrios, eso nos entristece un poco, lucimos como solterones (que somos, coño) llegando a los 30, vestidos de manera extravagante, fumando como suicidas antes de pegarse al mecate y babeándonos con vino. Hay un punto en las noches donde ya no tenemos de qué hablar, nos quedamos muy callados, cada uno lamentándose.  Robert piensa en que Fede era un buen polvo y que además comenzaba a quererlo, aunque su orgullo y su showcito en la shifa's gallery lo rechazasen. Candy extrañaba a su madre y pensaba en lo mucho que quería pintar con sus hijos (que no los tiene, coño) y no con los de otros y sus visas doradas. Yo estaba muy ebria, y ya no pensaba. De vez en cuando recordaba a mi amor de los 20's de los viajes que prometimos hacer y de cómo terminé escribiendo guiones para un show de tv grotesto y maligno (un concurso de esos con carros de premio) mientras fumaba en una pieza alquilada por los días y de noche me quitaba la ropita para desestresarme sobre una tarima fea. Pensé en cambiar el tono de la peluca, en pedirle una prestada a Candy (la rubia larga de bucles) o en decirle a Robert que me comprase otra. Carlos apareció de nuevo, dice que ya están cerrando y que encenderá la tv mientras limpia el sitio. Ya casi se nos termina otra de las botellas y volteamos por inercia hacia el aparato, están pasando The Bridget Jones's diary y se rompe el silencio por una risa explosiva causada por la escena donde llega a la fiesta de sacerdotes y zorras (¡que ya no era esa, coño!).

 Robert suele ser el primero en montarse en el taxi,  hace tiempo que se le olvidó que es el hombre y nosotras la nenas. Los roles se voltearon, ahora me dejan en mi piso, tambaleándome al salir del carro, pensando en Bridget y su suerte cayéndome encima. Me paré bien erguida, con orgullo, sé que pude haber lucido muy patética, pero.. ¡qué coño!  hace rato comía maníes sucios de un bar mientras tomaba mojitos y escuchaba sobre las nalgas de la mujer de un desconocido, algo así como  tener en vivo a un cuentacuentos porno, y  gratis. Comí los maníes en un bar calientito y no del suelo en la calle luego de caerme. No los comí del suelo y menos llorando. Entonces soy una mujer patéticamente dulce y ebria, también. Fumadora, también, el hombre de la relación, también, la que escribe guiones malos, busca ofertas de boas con plumas falsas (aptas para veganos) en el mercado barato, se pinta las uñas todas las noche aunque deteste el olor, sabe sentarse adelante en los taxis y abrir el paso cuando es necesario, también... pero dulce, siempre dulce.



1 comentario:

  1. Llorare, y pensaré que para la próxima reunión tendré maní, para que Carlos nunca nos bote, para que S se quite el sabor de lagrimas blancas, con sal y semillas, para que podamos llorar riendo.

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