3/4/13

Tampoco recuerdo la fecha:



No encuentro el lugar indicado para esconder esta sal, ellos vienen a lamer mis espaldas de vez en cuando, para verificar, sólo para verificar. Les dejo apoyarse  hasta el amanecer, sólo para que se sientan seguros y al final se vayan. Hasta los famas se sienten inconformes al escarbar en mi piel insípida, sin brillitos de salinas, de esos que atraen a cualquier tonto.Temo que el sol me roce y todo se descubra. Temo por mi vida, en su vida, dentro del mismo decaer salitre. Ya no puedo ni quiero darme el lujo de morir a las cuatro. Ya no me apetece ese horario sin tiempo. Entonces me guiaré por medios artificiales, comenzaré a comprarla en el mercado. A untarla a  escondidas; primero en las mejillas, con pequeños palmaditas que simulan golpes  de puño cerrado, sediento. Luego, con muchísimo cuidado, la aplicaré en la espalda, los pies, en cada cicatriz de estas piernas no inútiles, manchas del abdomen y astillas de ojos. Será un acto muy delicado, nada hermoso, hasta convertirme en toda sal, aspereza, no espera, imposible de digerir/dirigir. 

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