1/9/12

La señora Dominga


Room with view - Yuval Yairi


La señora Dominga se sienta todos los días a las 5pm en la acera de su casa a ver qué presa caza.
Monta sus piernas llenas de várices en un banco astillado que conserva desde su boda con Horacio, que en paz descanse.
Acomoda sus restos de piel ya decaídos que 50 años atrás fueron deleite para los ojos masculinos.
Mueve su bata a los lados, da un hondo suspiro y toma la taza rota con el café de ayer.

El cigarrillo es un vicio que no ha querido dejar a pesar de la carraspera que éste le ha producido.

La señora Dominga no se siente sola. Dos morrocoyes y un perro dálmata son sus hijos ahora.
Tuvo 7 con el difunto Horacio, pero la casa siempre estuvo vacía.


La señora Dominga esboza una media sonrisa -se entreasoma su encía púrpura-.
Los niños fijan su mirada en ella.

De su ojo izquierdo sale una lágrima espesa color azul que empaña el lente de 3 centímetros de grosor.
La señora Dominga quiere saber qué le deparan los astros.
Consulta el periódico de 2 días atrás.

El perro lame sus dedos agrietados. Mueve la cola de un lado a otro y se acuesta  su lado.


Así pasa la tarde, 
entre noticias viejas y café amargo.
Posando el iris ya vencido en una calle sin novedades.
Quitándole ideas al pasado y prestándoselas a un futuro ya caducado.

Latiendo lentamente.
Respirando forzosamente,
Caminando porque sí.


ariana.

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