Nota 13: Reconocí el final cuando me encerraron en aquella habitación púrpura. La luz era tan fuerte que me acerqué al menos un poco a la sensación de ojos derretidos, catarrosos, pegados como chiclet a los párpados. Mis ojos jugando a roce de dedos asquerosos sobre la mesa, con una mínima fisura donde apenas entraba el aire y se escucha como un columpio miniatura corroído en la noche blaf,zaf,blaf,zaf,blaf, chirrr y abajo la habitación de la luz a ciegas, con su aroma a caracoles bebés babeando y muriendo. mueeeeerhg, mueeeeerhg... pobres caracolitos. Miles de caracoles ya no tan bebés, apretaditos y agonizando. El sonido de sus pieles finísimas y tiernas achicharrándose en el suelo frío, de verde aceituna a gris, de gris a carmesí, de carmesí a carbón, de carbón a transparencia, y así ¿no? Repito, cuando me encontré en ese lugar y no sólo señalándolo desde el onceavo piso, fue el final. Y lo supe.
28/11/13
22/11/13
Desplegar
Me lavo el cuerpo con agua bendita
agua para estos poros entumecidos
que juegan a disfrazarse de lunares
como la luna
como mi ánimo
como estas noches impecables que pulen las estrellas
como el deseo
que marca,
que llama,
que patalea
en mercurio retrógrado
y arranca furiosamente
de una mordida
el ardor de tu pecho.
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