A mis cortos 18 años no sé lo que es sentirse realmente amada. Tal vez alguien me ha amado pero nunca se esforzó en demostrarlo, pudiendo haber ido más allá de palabras equívocas y confusas, llenas de deseo y ambición desorientada.
Hasta este momento he pensado en la -mi- vejez como un estado mental que quisiera combinar con árboles frutales y poco calor; con una estupenda vista.... Mas no me detuve a pensar en la hipótesis de morir junto a personas que me estiman y cuidan pero, sin tener alguna vista externa a cuatro paredes y sintiendo la confortabilidad de una cama justa, sin la dicha -sí, dicha; éxito; paz- de compartirla con alguien que me ame, con cada cana y arruga física -porque no, mi alma no envejecerá; no en el paso que va-.