30/5/13

venado disfrazado de cachicamo


a Jesús Amalio Lugo y su microcuento "El Cachicamo".
Más a su cuento que a él. 


- ¡Ay, Jesús! Ya te dije que no quiero ser el cachicamo otra vez. Ya vienes tú a querer imponerte obligándome a disfrazarme de ese animalucho, bailar le temps de l'amour  y luego asesinarlos a todos. Te dije que no quiero usar ese cuchillo de mantequilla, chico, ya tengo mis técnicas. Pero no, no, Jesús, yo no quiero matarlos a todos, al menos déjame un amiguito para hablar por las noches cuando me den ganas de llorar y no sé... No sé por qué tenías que deshacerte de los conejos, eran mis favoritos, con su dientotes enormes jugando a morderse las colitas peludas. ¡Ay, eran tan adorables, Jesús! Y tenías que matarlos cuando a mí se me hacía muy difícil dejar de verlos tocándome y lamiendo mis orejas de mentira. Comprendo tu posición de amigo-protector de venados pero… debo confesarte (y no te molestes Jesús, por favor no me mates, Jesús, yo soy buena) que a veces te excedes. No, Jesús, que no quiero usar la pistola de agua, no quiero amarrarlos y ahogarlos… pobres, no, no pobres, ricos, de ternura y estupidez, con sus ojos y pieles suaves, son como para dormirse sobre ellos y  babearse. ¿Ya ves? Me están mirando Jesús, ya no quiero que me miren, me miran feo y todos a la vez, ni tienen la decencia de turnarse, son unos patanes, crueles; al dálmata ya lo tengo en la mira ja ja ja, he calculado cada una de sus manchas ja ja ja para raspárselas a la perfección. Ya sabes que soy meticulosa con esto ¿No? Así, Sí ja ja,  Jesús, por favor, no, no, no insistas, ya no me des ese cuchillo, mejor pásame el arsénico. Gracias Jesús, gracias, te quiero, recemos. Amén.


Microcuento "El cachicamo" de Jesús Amalio, disponible en http://encuentrodejovenescreadores.com/narrativa/jesus-lugo-sabaneta/

29/5/13

Coco meciéndose en la hamaca.

Me fatiga esperar. Prefiero mecerme en esta hamaca amarilla al estilo Lolita, comiendo frutas y viendo a  Chanel y  a Stravinsky tirando en cuartos oscuros y simétricos. Estoy contando las cabulleras, porque nadie lo ha hecho, nadie que conozca lo ha hecho y necesito saber cuántas  hay; las voy separando en pequeños grupos con mis pies, es un calendario sedentario, uno que incluye  frutas y no esperas. Estoy contando las cabulleras y las veces que acaba Coco, sobre sus sabanitas livianas de flores negras bordadas. (...)

(...) Quisiera que no censuraran el sexo de  Stravinsky, para compararlo con la longitud de mis pies, que no censuren ni a su sexo ni a su cara dura de  cuatro ojos adornada con sobretodos limpios,  con sus composiciones que ni me importan. Si  yo fuese Chanel, porque soy Chanel, le estrangularía con mis trapitos hecha la loca mientras toca el piano, a  ver si por lo menos muere feliz, con calentura en el cuello o pupilas tensas,  y no con el maldito ego mordiéndole los oídos.




"Coco Chanel & Igor Stravinsky " (2009) por Jan Kounen

18/5/13

Cuartos de hospitales y algunas efervescencias

1


-          ¡Se enfría! –le dijo-.  Saca la atracción del refrigerador.


Ni el más mínimo movimiento se vio.



2


  … "Y mira Olimpo que todos los días, al acostarme, me atraganto con mi saliva. Por eso sé que soy real y auténtico."


     3


Quería un amigo de 4 patas y "él" fue el ejemplar perfecto.

El final me supo a mermelada,





                                                   vencida.

6/5/13

3.

a Jesús Amalio.


Esto es un poema de la no ausencia, del carro azul que pasó con rojo y no sabes si aún existe pero sí que seguirá siendo azul y que tal vez hayan 3 autos parecidos a él, con placas casi exactas, azules, tangibles. Luego te planteas encontrar esos 3 en cierto periodo atemporal inventado por un hombre del que muchos dudan. Comienzas a pensar que el tres sólo crea distancia, que es como una montañita progresiva entre tú y a la niña que le llevas más de 3, noches, insomnios, poemas. Aquella que encontrarás el 16 con 16, tal vez dolidos, húmedos, jadeantes. ¿Ves cómo todo tiene que ver con números, Amalio? Por eso prefiero contar carros azules y creer en la no ausencia. Y ya.

3/5/13

Ventana.

A Sara Viloria


A veces, es bonito tener una ventana donde ver los carros pasar, como alejándose de alguien que no es uno, como para sentirte menos deshecha, diminuta, menos tirada en colchones de esperas cortas que simulan ser inexistentes. A veces, no siempre, es bonito tener una ventana donde poder lanzar copas a la gente, a ver si voltean, a ver si te gritan durísimo y despiertas. A veces ayuda comprar el martillo, los nudillos y pegarle muy  pero muy fuerte, hasta que se haga nada, putitas rocas aisladas. Otras veces, estas veces, somos la ventana, y nunca podemos mirar.